martes, 24 de marzo de 2009

Inclusión: un asunto de derechos humanos

Una de las finalidades de la educación es contribuir a la integración y la cohesión social, sin embargo, a pesar de los esfuerzos que vienen realizando los países es posible constatar que la educación está reproduciendo los patrones sociales de exclusión y generando múltiples exclusiones, más o menos explícitas, al interior de los sistemas educativos. En muchos países éstos reproducen la fragmentación social y espacial de las ciudades, dando lugar a escuelas muy homogéneas y de muy diferente calidad. La exclusión en educación no afecta sólo a aquéllos que nunca han accedido a la escuela o son expulsados tempranamente de ella, sino también a quienes estando escolarizados sufren discriminaciones o son segregados por su origen social y cultural, por su género o sus niveles de rendimiento y a quienes no logran aprender porque acceden a escuelas de muy baja calidad. La exclusión educativa es por tanto un fenómeno de gran magnitud que amerita una revisión profunda de los factores que la generan, sean éstos internos y externos a los sistemas educativos, y el desarrollo de políticas «intersectoriales» que los aborden de forma integral.

Ante esta situación no es de extrañar que el término inclusión o educación inclusiva haya adquirido especial significación en los últimos años, aunque este concepto puede tener diferentes acepciones. Con frecuencia se piensa que es una nueva manera de denominar a la educación especial o a la integración de niños y niñas con discapacidad, u otros con necesidades educativas especiales, a la escuela común. Es decir, se está asimilando el movimiento de inclusión con el de integración cuando se trata de dos enfoques con una visión y foco distintos. Esta confusión tiene como consecuencia que las políticas de inclusión se consideren como una responsabilidad de la educación especial, limitándose el análisis de la totalidad de exclusiones y discriminaciones que se dan, al interior de los sistemas educativos e impidiendo el desarrollo de políticas inclusivas integrales (UNESCO/OREALC, 2007a).

La educación inclusiva es antes que nada una cuestión de justicia e igualdad, constituyendo un impulso fundamental para avanzar en la agenda de Educación para Todos. El movimiento de la inclusión aspira a hacer efectivo el derecho a una educación de calidad para todos, porque hay muchas personas, además de aquéllas con discapacidad, que tienen negado este derecho. Está relacionada con el acceso, la participación y logros de todos los alumnos, con especial énfasis en aquéllos que, por diferentes razones están excluidos o en riesgo de ser marginados (UNESCO, 2005b), que pueden variar de un país a otro y de unas escuelas a otras. El desarrollo de sociedades más inclusivas, más justas y democráticas depende en gran medida de que la educación de calidad sea para todos y no sólo para quienes pertenecen a las clases y culturas dominantes. Proporcionar a todos el acceso a una educación de calidad y fortalecer las interacciones entre estudiantes de diferentes contextos sociales y culturales en la misma escuela es una poderosa herramienta para lograr la cohesión social.

La educación inclusiva es también un medio fundamental para aprender a ser y a vivir juntos. La educación en la diversidad posibilita el desarrollo de nuevas formas de convivencia basadas en el pluralismo, el entendimiento mutuo y las relaciones democráticas. La percepción y la vivencia de la diversidad nos permite, por otro lado, construir y reafirmar la propia identidad y distinguirnos de los otros. La plena participación y aprendizaje de cada persona sólo tendrán lugar si la educación que se brinda es pertinente para todo el alumnado y no sólo para aquéllos que provienen de las clases y culturas dominantes. No puede haber verdadera inclusión si hay una negación o desvalorización de identidad personal y cultural, ni puede haber aprendizaje significativo si no se parte del conocimiento y experiencias previas de los alumnos, que están mediatizados por la cultura y el grupo social a los que pertenecen.

La educación inclusiva implica una visión diferente de la educación basada en la diversidad y no la homogeneidad, considerando que cada alumno tiene unas capacidades, intereses, motivaciones y experiencia personal única, es decir, las diferencias son inherentes a los seres humanos y por lo tanto están dentro de lo «normal».

La atención a las necesidades educativas especiales se enmarca en el contexto de la atención a la diversidad de todo el alumnado. Desde esta concepción el énfasis está en desarrollar una educación que valore y respete las diferencias, viéndolas como una oportunidad para optimizar el desarrollo personal y social y para enriquecer los procesos de enseñanza y aprendizaje. La educación tiene el imperativo ético de asegurar la igualdad sin que ello signifique uniformidad para no reproducir las desigualdades y exclusiones presentes en la sociedad.

El foco de atención de la educación inclusiva es la transformación de los sistemas educativos y de las culturas, las prácticas educativas y la organización de las escuelas para que atiendan la diversidad de necesidades educativas del alumnado, y lograr el pleno aprendizaje y participación de cada niño. Cuanto más inclusivas sean las escuelas en su origen, menos alumnos quedarán fuera de ellas y, por tanto, no será necesario integrarlos a posteriori. Las escuelas han de desarrollar valores y prácticas inclusivas y brindar apoyo para que todos los niños, sin excepción, «sientan que pertenecen» y «forman parte» de la institución educativa y de la comunidad.

La educación inclusiva es un enfoque diferente para identificar y resolver las dificultades que surgen en las escuelas (Booth y Ainscow, 2004). Desde este enfoque el problema no es el alumno sino el sistema educativo y la escuela, por lo que la preocupación principal es identificar y superar las barreras que enfrentan muchos estudiantes para acceder a la educación, participar plenamente en las actividades educativas y tener éxito en su aprendizaje. Desde el enfoque de la inclusión, a diferencia del de la integración, los recursos y apoyos están disponibles para todos los niños y escuelas que lo requieran, de forma que se puedan crear las condiciones que permitan el pleno desarrollo, aprendizaje y participación de cada niño.


Extraído de
Construyendo las bases de la inclusión y la calidad de la educación en la primera infancia
Rosa Blanco Guijarro
Directora de la Oficina Regional de Educación de la UNESCO para América Latina y el Caribe
http://www.revistaeducacion.mec.es/ (se puede bajar el trabajo completo)
Revista de Educación, 347. Septiembre-diciembre 2008, pp. 33-54

1 comentario:

Anónimo dijo...

RECONOCIMIENTO AL MÉRITO: EL CAPITÁN RUFINO SOLANO, SINGULAR PERSONAJE HISTÓRICO DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES Y DE ARGENTINA.-

Hace casi un siglo, a la edad de 76 años, dejaba de existir el capitán azuleño don Rufino Solano. Este muy particular militar, recordado como “El diplomático de las pampas”, desplegó inigualables acciones en favor de la paz, la libertad y la vida en la denominada “frontera del desierto”. Como resultado de estas acciones Rufino Solano, mediante su trato proverbial con el aborigen, consiguió redimir PERSONALMENTE a centenares de mujeres, niños y otros prisioneros, de ambos bandos, impulsado siempre por un notable y especial sentimiento hacia el género, encarnado en la lacerada figura de la cautiva.



Asimismo, se destacan entre sus acciones, el haber evitado sangrientos enfrentamientos mediante sus prodigiosos oficios de mediador y pacificador, pactando con los máximos caciques indígenas numerosos acuerdos de paz y de canjes de prisioneros. Realizando esta arriesgada tarea en beneficio de la población de Azul y de numerosas localidades de la Provincia de Buenos Aires e incluso de otras provincias aledañas. Entre otras significativas intervenciones del capitán Rufino Solano, se encuentra la de haber formado parte de los cimientes que dieron origen a las actuales ciudades de Olavarría y San Carlos de Bolívar, entre otras más.-


En el plano religioso, cumplió destacado protagonismo sirviendo de enlace en la acción evangelizadora hacia el aborigen llevada a cabo por la Iglesia de aquella época. En cumplimiento de esta última actividad, se lo vio prestando estrecha y activa colaboración al Padre Jorge María Salvaire, fundador de la Gran Basílica de Luján denominado “El misionero del desierto y de la Virgen del Luján” y actuando de ineludible interlocutor entre los jerarcas aborígenes y el Arzobispado de la ciudad de Buenos Aires, en la persona del Arzobispo Dr. León Federico Aneiros, llamado “El Padre de los Indios”.

Esta encomiable labor del capitán Rufino Solano fue desarrollada durante sus más de veinte años de carrera militar y continuó ejerciéndola después de su retiro hasta su muerte, ocurrida en 1913. Actualmente obra en la Legislatura de la Pcia. de Buenos Aires, un proyecto de ley para declararlo Ciudadano Ilustre de dicha provincia.-
http://elcapitanrufinosolano.blogspot.com

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