sábado, 28 de marzo de 2009

Del derecho al acceso al derecho al aprendizaje

Democratizar la educación implica democratizar el aprendizaje
El derecho a la educación es, esencialmente, derecho al aprendizaje. Y el derecho al aprendizaje es, fundamentalmente, derecho a la comprensión de los fenómenos para poder interactuar con ellos y modificarlos.

El ser humano nace equipado para aprender. Por ello, llama la atención el fácil diagnóstico de “problemas de aprendizaje” que prolifera en los sistemas escolares para explicar por qué millones de niños y adolescentes no aprenden en las aulas, o no aprenden según los ritmos y estándares fijados.

En realidad, hay suficientes razones para pensar que estamos más bien frente a “problemas de enseñanza”, problemas de un sistema escolar que no está a la altura de las necesidades y posibilidades de aprendizaje de los alumnos y que está perdiendo la batalla pedagógica al calor de la gran batalla económica, social y política que se libra fuera de las aulas. La misión de todo sistema educativo, de la institución escolar y de cada docente no es enseñar, sino lograr que todos los alumnos aprendan. Es en el aprendizaje donde, por último, se mide la calidad del sistema y la calidad docente.

Qué es y qué no es el aprendizaje
Es fundamental distinguir entre educación y aprendizaje. No todo aprendizaje deriva de la educación (actividad organizada e intencional orientada a producir conocimiento) y no toda educación resulta en aprendizaje. El aprendizaje es mucho más amplio que la educación y la educación no es el único medio para el aprendizaje. Toda persona aprende a lo largo de su vida, porque esto es parte de la condición humana. Las necesidades, intereses, estrategias y estilos de aprendizaje varían de una persona a otra y de un grupo a otro y se modifican con el paso del tiempo. Por eso, entre otros, la necesidad de recuperar el valor de la pedagogía y la necesidad de transformarla.

Aprendizaje no es lo mismo que rendimiento escolar
Aunque parezca increíble, la educación ha dado hasta hoy poca importancia al aprendizaje, insistiendo en la memorización y la repetición antes que en la comprensión. Todo el sistema educativo gira en torno al punto de vista de la enseñanza, antes que al punto de vista del aprendizaje. Por eso, el viejo e insistente pedido de una educación “centrada en el alumno”. La preocupación respecto del aprendizaje –es decir, del qué, cómo y para qué se aprende– pasa por lo general desapercibida y se confunde con rendimiento escolar, es decir, con las calificaciones.

Desde los planteles escolares hasta los Ministerios de Educación se lleva la cuenta de cuántos alumnos empiezan y cuántos terminan. Pero no hay información acerca de qué saben los alumnos, qué desean aprender, qué están aprendiendo y cómo utilizan eso que aprenden. Los sistemas de evaluación reportan puntajes agregados de rendimiento escolar en asignaturas seleccionadas, obtenidos a través de la aplicación de pruebas estandarizadas que captan el grado de asimilación de los alumnos respecto del currículo oficial, sin poner en duda la validez de dicho currículo. Y en base a esos indicadores se pone a competir entre sí a los alumnos y a las escuelas mediante los rankings de rendimiento escolar vinculados a adjudicación de presupuestos, proyectos e incentivos.

Todo esto se amplifica a nivel internacional. El término Educación Primaria Universal (EPU) fue acuñado por la UNESCO como universalización de la matrícula escolar y con esos parámetros se han hecho todas las estimaciones de costos para el logro de la EPU en el Sur. La Conferencia Mundial sobre Educación para Todos (1990) habló de educación básica y puso el aprendizaje como un objetivo específico: “Mejoramiento de los resultados del aprendizaje de modo que un porcentaje convenido de una muestra de edad determinada (por ejemplo, 80% de los mayores de 14 años) alcance o sobrepase un nivel dado de logros de aprendizaje considerados necesarios”. No obstante, el aprendizaje volvió a desaparecer como indicador en las metas para la educación de la Agenda del Milenio (2000-2015).

Con esta mirada puesta en la matrícula escolar América Latina y el Caribe ha sido considerada región ejemplar y puntera entre las regiones del Sur. La afirmación de que “América Latina ha logrado en general la educación primaria universal” (Banco Mundial, 1996:5) no es cierta ni siquiera para la matrícula escolar, mucho menos para la culminación del ciclo primario (en promedio, 3 de cada 10 alumnos que se matriculan no llegan a culminarlo).

Matricularse, asistir y completar un determinado ciclo de estudio sólo tiene sentido si todo eso se traduce en aprendizaje efectivo, significativo y sustentable. ¿De qué sirve universalizar la matrícula sin asegurar los aprendizajes esenciales? Alta tasa de matrícula o de alfabetización no equivale a una población educada, como incorrectamente asume el Índice de Desarrollo Humano. El analfabetismo funcional –leer sin comprender, escribir sin comunicar – es resultado precisamente de una mala educación que trabaja para mostrar números e índices antes que para asegurar el aprendizaje de las personas. Es, en definitiva, un termómetro que indica mal uso del tiempo de las personas y de los recursos destinados a la educación.

No basta con democratizar la educación; es preciso democratizar el aprendizaje. Puesto que los pobres constituyen la mayoría de la población en nuestras sociedades y puesto que los pobres deben enfrentar condiciones particularmente adversas que tienen un impacto negativo sobre el aprendizaje, democratizar el aprendizaje significa no sólo asegurar una educación de calidad, sino condiciones esenciales de vida, que permitan liberar tiempo y energías para aprender tanto dentro como fuera de la escuela, en la familia y en la comunidad. En vez de incentivos externos para estudiar, una oferta educativa atractiva y motivadora; en vez de aulas de recuperación, un modelo escolar flexible y adaptado a las necesidades de la pobreza; en vez de becas escolares, trabajo para los padres; en vez de políticas compensatorias y medidas remediales, un modelo de desarrollo con justicia económica y social.



Recuperado de http://www.lpp-uerj.net/olped/documentos/1174.pdf
El 4 de febrero de 2009
Justicia educativa y justicia económica
Estudio encargado por el Movimiento Internacional
de Educación Popular y Promoción Social FE Y ALEGRÍA
Rosa María Torres
Instituto Fronesis

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