viernes, 30 de enero de 2009

IDEOLOGIA Y EDUCACION

Asumiremos en principio, siguiendo la dirección teórica propuesta por Nicos Poulantzas, que la ideología consiste en un conjunto con coherencia relativa de representaciones, valores, creencias, que los agentes de una formación social sustentan -en la medida en que participan, además de las actividades económicas y políticas, en actividades religiosas, morales, estéticas, filosóficas, etc. La ideología concierne al mundo en que viven los hombres, a sus relaciones con la naturaleza, la sociedad, los otros hombres, con su propia actividad.

En esta perspectiva toda ideología es una conciencia falsa porque su función social no es ofrecer a los agentes un conocimiento verdadero de la estructura social, sino simplemente insertarlos en cierto modo en sus actividades prácticas que sostienen dicha estructura. Aquí entonces la ideología aparece como lo opuesto del conocimiento científico.

La ideología constituye una de las condiciones de existencia del modo de producción capitalista -en el pensamiento original de Marx- y de cualquier modo de producción, agregaríamos nosotros, aun cuando en las formaciones socialistas la inexistencia de clases sociales sugiere desarrollar un trabajo teórico para caracterizar la función de la ideología en dichas sociedades.

Cabe ahora afirmar que ya en el terreno concreto y operativo del funcionamiento de lo ideológico, los aparatos educativos en la sociedad capitalista aparecen como instituciones - instrumentos de reproducción social-, y que la ideología aparece como la materia prima de éstos. En un segundo orden de apreciaciones, y refiriéndonos particularmente a la función de la educación en una formación social capitalista, hacíamos hincapié en su funcionamiento como un aparato ideológico del Estado. Si esto es así, existirá una tarea fundamental de éstos para el conjunto de la formación social, y un conjunto de tareas complementarias, si no de menor monta e importancia para la reproducción social, sí de menor relevancia referidas a la formación social concreta.

Así, entonces, propondremos que la función preponderante de los aparatos educativos como trasmisores de la ideología de la clase dominante, está constituida por la función de legitimación social. Paralela a ésta, pero en otro nivel, encontramos la función-efecto de ocultamiento, de falsa comprensión de la realidad y de adecuación de normas y valores en la fuerza de trabajo (función técnica).

Comencemos por analizar la función de legitimación social. Como afirma Poulantzas, la ideología dominante, asegurando la inserción práctica de los agentes en la estructura social, tiende al mantenimiento -cohesión- de esa estructura, lo que quiere decir ante todo, la explotación y el predominio de clase. En este sentido, la ideología está precisamente dominada, en una formación social, por el conjunto de representaciones, valores, nociones, creencias, etc., por medio de las cuales se perpetúa el predominio de clase; está pues dominada, por lo que puede llamarse ideología de la clase dominante. Así, al ponerle un adjetivo calificativo al término reafirmamos nuestro señalamiento anterior. La cuestión ahora es ésta: ¿qué se quiere decir cuando se señala la función "legitimadora" de tal ideología?

El pensamiento ideológico expresa siempre una relación de segundo grado, puesto que no manifiesta directamente las relaciones del actor con sus condiciones de existencia, sino el modo en que el actor vive sus relaciones con sus condiciones de existencia, e implica, por lo tanto, dos relaciones, una real y otra imaginaria o ficticia. En la medida en que los aparatos educativos introducen a los agentes sociales en un contexto de prácticas sociales, donde realmente se ejercita el proceso de explotación social, pero "imaginariamente" existe una "igualdad de oportunidades para todos los individuos", igualdad que se refuerza por la difusión de los conocimientos sociales a diversos niveles - teniendo la educación una responsabilidad crucial en tal proceso-, los aparatos educativos están legitimando la estructura social, tal y como existe realmente.

Pero sería muy ingenuo afirmar que la función-efecto de legitimación social sólo se ejerce en un nivel tan evidente. La cuestión no reside solamente en aceptar -y por ende no cuestionar, no criticar, etc.- la estructura social en los términos que se presenta en una sociedad de clases, sino también convencer a los agentes sociales que sus prácticas sociales deben contribuir a reproducir dicha estructura social en los mismos términos que existen. Ya afirmó Maquiavelo que gobernar es convencer.

Esto obliga a los aparatos educativos a diseñar -valga el eufemismo- como dos grandes estrategias: legitimarse en primer lugar- como un instrumento de movilidad social y a la vez como un verdadero "don" de la civilización y la cultura, incluso como "conquista" de la clase obrera en la historia. De esta manera, al legitimarse la institución escolar en la formación social, no sólo legitima su propia práctica -lo que le otorga un carácter de "inédita" seguridad como mecanismo ideológico, con la salvedad del reciente embate illichiano contra las escuelas-, sino que invita a aceptar el hecho de que si un instrumento -en este caso de trasmisión de conocimientos, socialización, etc.- es legítimo, útil y bueno para la sociedad, también lo es su producto y su práctica. Pero además, la segunda estrategia consiste en que una vez legitimado el instrumento, la práctica y su producto pedagógico, sólo queda para que la puesta en escena sea perfecta, que legitimar las normas y valores del modo de producción capitalista. Sólo queda legitimar desde la práctica escolar ideológica, la ideología vigente en la formación social.

Revisemos una ideología educativa concreta como es el credencialismo, donde encontramos claramente no sólo la función-efecto de tipo legitimador de los aparatos educativos, sino las otras tres funciones-efecto mencionadas.

El credencialismo es: "la ideología, la actitud, la creencia, por la cual se sobrevalora la importancia y la funcionalidad de la acreditación educativa formal en la capacitación real del acreditado para el trabajo y el ejercicio de su ciudadanía. Por otra parte, el credencialismo se refleja y se refuerza al mismo tiempo en los criterios y prácticas de selección de personal, las cuales aumentan en el tiempo los requisitos educativos formales mínimos, necesarios para poder ingresar a la fuerza laboral"

La legitimación social de los aparatos educativos, está muy clara en esta ideología. Tratando de legitimar la obtención de títulos y grados académicos como buen testimonio de un mejor acceso al mercado de trabajo, se legitima la educación -verdadero "don" de la cultura- como un filtro o mecanismo de selección social, donde no ascienden los "mejores" como es de esperar en este espectro darwiniano, sino aquellos que se hallan ubicados en los más altos peldaños de la estratificación social. Así, la educación es un instrumento que perpetúa la desigualdad social, porque, como señala en frase afortunada Martín Carnoy: "Cuando el individuo va a la escuela tiene acceso a una tajada más grande del pastel económico y social, con tal que nadie más vaya a la escuela con él".

Por otra parte, la legitimación social vuelve a ser claramente perceptible en el hecho de que si es cierta nuestra afirmación sobre la preponderante función ideológico-reproductora de los aparatos educativos por sobre su vinculación con el desarrollo de las fuerzas productivas, la continua elevación de los requisitos educativos formales por los empleadores, reflejaría, sobre todo, su interés en utilizar la "credencial" como un mecanismo de evaluación y selección de aquellas personas que por su mayor estadía en el sistema escolar, brinden la garantía de haber interiorizado las normas de obediencia, sumisión y puntualidad, básicas para la disciplina industrial y organizacional. La credencial educativa es valorada entonces primordialmente como garantía del adecuado aprendizaje afectivo y conductual, y, en segundo lugar, como certificado de algunos conocimientos útiles para la producción. Queda el siguiente interrogante: ¿la mayor estadía de los agentes sociales en el sistema escolar es realmente garantía de mayor "lealtad" normativa y valorativa hacia el sistema social o por el contrario es un antídoto para esa normatividad? Para resolver este interrogante, es menester profundizar la investigación, en niveles sobre los cuales aún no se ha estudiado en detalle.

La función-efecto de ocultamiento de la ideología consiste no sólo en ocultar que el hecho determinante de la praxis humana es el nivel económico de la formación económico-social, sino en ocultar también este papel dominante y sobre todo el hecho mismo del dominio. Legitimar la estructura social significa, entre otras cosas, ocultar -disfrazando imaginariamente- la realidad social de la explotación, y la división de las clases sociales entre explotadores y explotados. Esto resulta evidente si volvemos al credencialismo.

Un supuesto importante sería éste: en la sociedad moderna, todo individuo que desee conservar posiciones alcanzadas - estatus socioeconómico de sus padres, por ejemplo-, debe credencializarse, por lo tanto, mayor nivel socioeconómico implicaría mayor demanda educacional.

De esta manera, no sólo todos los individuos deben ir a la escuela sin excepción de posición socioeconómica, tradición familiar, etc., sino que todos están en "igualdad de condiciones": carecen de una credencial y deben obtenerla si quieren triunfar en la puja social.

Si bien hay indicios para creer que en la práctica la carencia de una credencial supone -por un conjunto de fenómenos conexos muy complejos- mayores dificultades para que los individuos obtengan un estatus socioeconómico similar al de sus padres, también es cierto -y aquí las opiniones son todavía mucho más coincidentes- que esa igualdad de oportunidades es falsa. La obtención de mejores niveles ocupacionales depende más del origen de clase que de la calidad del credencialismo que sustenten los individuos.

La función-efecto de falsa comprensión de la realidad implica la mencionada "falsa conciencia de la realidad". Volviendo al credencialismo, muy a menudo éste es presentado como testimonio de la democratización de la educación. Esto tiene implicaciones sustantivas en las políticas educativas de la región, sin embargo, la tan mencionada "democratización" no lo es tanto; veamos para ello, la siguiente afirmación de Víctor M. Gómez:
"Este fetiche de la credencial educativa es causante de serias distorsiones y problemas en el desarrollo educativo de un país. Al convertirse en un mecanismo indispensable para la movilidad social y el mayor status, la búsqueda del tipo de credencial más indicada, se traduce en las características (cantidad y calidad) de la demanda agregada por la educación. Pero al ser esta demanda educativa la presentada principalmente, por las clases media y altas, con el suficiente poder político para lograr la satisfacción de sus aspiraciones educativas, se produce una sobreexpansión de la educación superior y de la secundaria tradicional, a expensas de otros niveles o tipos de educación.

En América Latina, mientras se mantienen altos porcentajes de población por debajo del umbral educativo mínimo, la educación media crece extraordinariamente, no como respuesta, a sus condiciones objetivas de desarrollo y de urbanización, sino como respuesta a la demanda educativa presentada por las clases medias y alta que ven en la credencial educativa la posibilidad de competir por la parte desarrollada del mercado de trabajo existente en cada sociedad latinoamericana. Esta sobreexpansión de la educación media es tal, que en algunos países de América Latina se cubre un porcentaje igual o mayor de la población en edad teórica de asistir, que el de sociedades europeas altamente desarrolladas"

Por lo tanto, a nivel de políticas educativas, no sólo se perjudica el desarrollo del nivel primario en América Latina, sino también se reducen a niveles mínimos otros aspectos muy importantes, como la educación para la salud, la educación nutricional, ecológica, sanitaria, etc. El mayor crecimiento en la inversión de recursos humanos, materiales y financieros en el nivel medio y superior, y el mayor crecimiento de la matrícula educativa en ese nivel, para algunos teóricos, daría indicios de la presencia de una mayor democratización de la educación, cuando en realidad lo que encontramos es el proceso inverso, realizado a expensas de la educación primaria (sobre todo en el medio rural). El credencialismo, como ideología educativa, avala la creencia en la mayor democratización de la educación.

Para terminar, digamos que la función técnica de otorgar a la fuerza de trabajo una racionalidad fundada en normas y valores aptos para la producción es esencial no sólo a la ideología credencialista que la sustenta, sino también al modo de producción capitalista que necesita da una cierta "conciencia social" en las clases sociales subordinadas.

Así entonces, en las escuelas se prepara a los alumnos para que sustenten los valores esenciales e indispensables de las empresas y fábricas: dejar el control de sus propias actividades en manos de un superior durante el proceso laboral (al igual que deja su autonomía e iniciativa en manos del maestro); poseer una conducta de conformidad, regularidad y lealtad que le permitan ser un "insumo" eficiente en el proceso productivo (al igual que se le solicita regularidad, puntualidad y quietud en el proceso de aprendizaje). Se premia y castiga al alumno mediante incentivos y sanciones externas al igual que se premia y castiga al trabajador para que aumente su producción. La posibilidad de obtener una satisfacción íntima, personal, por el producto logrado (sea el conocimiento, sea un bien o servicio) se encuentra totalmente descartado de la ideología escolar-fabril.
Utilizamos el ejemplo de la ideología del credencialismo, ya que como ideología educativa nos permitió mostrar cómo opera la ideología dentro de los aparatos educativos, y a la vez, la vinculación con aspectos importantes en el nivel de reproducción económica (la práctica de selección de personal).

Dijimos que los aparatos educativos eran un "lugar privilegiado de la lucha ideológica de clases", y esto es así porque en la escuela, al igual que en la sociedad, hay clases sociales.

En los aparatos educativos, por pertenecer a la estructura de dominación social, se reflejan las contradicciones sociales básicas, pero también se crean otras. Esto nos lleva a recordar la noción de "autonomía relativa" que como todo aparato del Estado los aparatos educativos pueden tener respecto de las clases sociales -la burguesía- que los controlan. Esto en sí mismo, abre un espacio de lucha que se debe conquistar. Afinar más el análisis de cómo opera la ideología dentro de los aparatos educativos, es una parte importante en la ampliación y progresivo control de ese espacio de lucha.

La ampliación de esos espacios de lucha, y la constante creación de nuevas contradicciones sociales al interior de los aparatos educativos, nos debe llevar a pensar que la ideología, lejos de ser una atmósfera que nos ahoga o un Leviatán monstruoso que nos devora, puede ser sometida a la razón humana. Y esto es muy importante.





Texto completo en:
http://www.anuies.mx/servicios/p_anuies/publicaciones/revsup/res032/txt3.htm

IDEOLOGIA, EDUCACION Y REPRODUCCION SOCIAL
Carlos A. Torres N.
Maestro en Ciencias Políticas por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede México; Profesor titular adjunto, Área de Investigación, Universidad Pedagógica Nacional.

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